MI TESORO

lunes, 21 de mayo de 2012



Mi tesoro

Ahora, pues, si dieres oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro, sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa.
Éxodo 19:5,6.

Siete de julio de 1730. Isla de Reunión, antigua Bourbon, en el mar Indico.
Un pirata va a ser colgado en la horca; los soldados vigilan y el público observa. Ha llegado el fin para uno de los más ricos piratas del índico, Oli- vier Levasseur, apodado "La Buse" ["El halcón"]. Con la soga al cuello, antes de ser ejecutado, el intrépido ladrón de los mares asombra a la multitud des­de el patíbulo. Muestra un documento que había escondido entre sus ropas, y exclama: "¡Mis tesoros para quien lo comprenda!"
Fue de esa forma que se dio inicio a una carrera desenfrenada, en busca del supuesto tesoro de Levasseur. El desafío era descifrar un criptograma escrito por el pirata, en el que indicaba algún lugar, en el mar índico, donde estaría escondido el tesoro. Hasta el día de hoy nadie ha logrado encontrar el tesoro de Levasseur. En las últimas décadas, ha sido buscado en las islas Seychelles, pero todavía sin resultado.
Levasseur asaltó infinidad de barcos portugueses y franceses, por todo el índico. Su mayor golpe fue en 1721, cuando capturó un barco portugués cargado de ricos tesoros. Para disfrutar de sus riquezas, Levasseur se retiró a una isla cercana a Madagascar. Y llegó a un acuerdo con Francia, con la in­tención de devolver alguno de los tesoros usurpados y conseguir el perdón. Pero, esto no pudo evitar que, tiempo después, terminara siendo capturado y ajusticiado.
El versículo de hoy también habla de un tesoro; solo que, en este caso, el tesoro eres tú, y quien buscó el tesoro y lo encontró es Jesús. Por lo tanto, vales mucho. No fuiste adquirido con oro ni con plata, sino con la preciosa sangre de Jesús.
Para él, habría sido más cómodo crear otra generación de seres humanos y dejarnos abandonados a nuestro destino de muerte. Desde el punto de vista humano, habría sido lo mejor, en materia de costo/beneficio. Pero, el amor de Dios no te valora por lo que eres o por lo que haces; Dios simple­mente te ama a despecho de lo que hagas o no hagas: lo único que él espera de ti es que des oídos a su voz.
Con esa visión de tu valor, sal a enfrentar los desafíos de este día. Y recuer­da la promesa divina: "Ahora, pues, si dieres oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa".

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